Argentina, 1960. Dir: Hugo del Carril. 16mm. 90′

culpable1En una crítica contemporánea al estreno, el maestro Homero Alsina Thevenet reconoce que Culpable «tiene un calibre original que es asombroso en el cine argentino«. Después le pega sin parar, pero también admite su calidad formal y el dominio que Del Carril demuestra en el manejo de la acción. Hay que reconocer que es muy difícil sobreponerse al impacto, por lo general negativo, que produce Culpable en una primera visión. Comienza con un dinamismo sorprendente, que se expresa desde un automóvil que escapa en la escena de títulos, y sigue durante una media hora como si se tratara del mejor policial negro que uno jamás haya visto. El espectador asiste a los últimos momentos del recorrido criminal de Leo Espósito (Del Carril), que escapa de una comisaría, se refugia durante unas horas en casa de amigos, visita el velatorio de su hijo muerto y termina acorralado por la policía. Espósito vende cara su piel y enfrenta a la ley al mejor estilo Scarface, tratando de evitar las granadas de humo y lanzando mortales ráfagas de ametralladora. Pero cuando la policía finalmente le acierta, sucede algo desconcertante: el reloj se detiene y aparece Ernesto Bianco, sobreimpreso como un fantasma, y dice: «¡Leo Espósito! ¡Soy tu conciencia!». Hay que verlo para creerlo.

Hay una buena copia en 16mm. en la Filmoteca. El Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) posee otra en 35mm., que es la mejor forma de apreciar la excelente fotografía noir del film. Hasta donde se sabe, los negativos originales están perdidos.

La segunda parte describe sucesos cronológicamente previos a los de la primera y por lo tanto podría calificarse de flashback. La tercera, en cambio, es una reiteración de los hechos principales de la segunda en circunstancias completamente distintas y con los mismos intérpretes en papeles que son otros y a la vez los mismos. Las tres se integran en una estructura tipo «elige tu propia aventura», totalmente excepcional en el cine argentino. Fuera de las escenas fantasmales entre Espósito y su conciencia, que ofician de puente entre esas distintas partes del film, Del Carril narra todo el asunto reduciendo los diálogos al mínimo posible y apoyándose en esa gran intuición visual que es característica de todo su cine. Su dominio del lenguaje audiovisual es tan maduro que el sentido final del film se comprendería perfectamente aun sin las apariciones de Bianco.

La obra de Borrás atribuye al destino del hombre a su libre albedrío, liberándolo de la predeterminación de toda fuerza superior: Leo Espósito elige deliberadamente practicar el mal y por lo tanto es culpable. Este postulado invierte los términos de la mayoría de los mejores policiales negros, donde los personajes suelen ser simples peones en el juego del ajedrez del destino. Culpable es, en este sentido, una especie de anti-noir. Aquí no hay destino sino autodeterminación y lo más interesante es que detrás de esa facultad -en el film, por lo menos- no está Dios sino la conciencia humana y el sentido de responsabilidad personal.

Debe decirse también que Culpable mejora objetivamente con una segunda visión: sabiendo de antemano que va a aparecer Ernesto Bianco, uno puede dedicarse a apreciar mejor el resto del film, que a partir de ese momento deviene insólito policial metafísico. Su segunda parte recorre el inmediato pasado de Leo y establece su responsabilidad en la muerte de su hijo. El protagonista hace su descargo ante su conciencia expresando que otra hubiera sido su suerte si no hubiera tenido la infancia dura de un huérfano proletario. A partir de ese reclamo, Bianco le da la oportunidad de ser otro, el que hubiera sido si el rico industrial que fue su padre lo hubiese reconocido al nacer. La tercera parte del film, entonces, es una versión dark de ¡Qué bello es vivir!