España / Gran Bretaña / Francia / Italia, 1972. Dir.: Terence Young. 112′.

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Esta película es ideal para agarrar empezada por la TV. Ejemplo: un cowboy cabalga a lo lejos por la pradera. La cámara tira un zoom hacia él y lo vemos: es Charles Bronson. En seguida se desarrolla la persecución y asalto a un tren, con Bronson y un jinete vestido de negro liderando la banda. El jinete de negro nos resulta conocido aunque nos cueste ubicarlo en este contexto. Pronto debemos rendirnos ante la evidencia: es Alain Delon. Ah, bueno, pensamos: una típica coproducción internacional de los años sesenta, un spaghetti western. La música de Maurice Jarre parece confirmarlo.

Los bandidos detienen el tren e ingresan en un vagón de apariencia exclusiva. Un japonés, que se presenta como representante imperial en América, sale al cruce de Charles Bronson. Éste le dice que se tranquilice, que no pasará nada mientras le diga pronto dónde está la plata. Y entra al vagón. Adentro está…¡¡¡¡Toshiro Mifune!!!! Delon entra tras ellos y nota un estuche vistoso. El embajador explica que el estuche contiene una espada que el Emperador envía de regalo al presidente de los Estados Unidos. Le pide que tome todo lo que quiera pero la espada no: es una cuestión de honor.

Delon, por desgracia, se ha encaprichado con la espada, la toma, mata a un guardia rebelde y se la lleva, ante la mirada ofuscada del Embajador y de Mifune. Decidido a no dividir el botín, Delon se deshace de Bronson y escapa con su banda de maleantes. Bronson comienza un largo peregrinaje para recuperar su parte del dinero. Detrás suyo avanza, decidido y silencioso, Toshiro Mifune. Su deber es rescatar la espada de su Emperador.

Cuando uno ya pensó que se habían terminado las sorpresas aparece Ursula Andress, que interpreta a la amante de Delon. Pero lo más curioso de esta extraña ensalada mixta es que funciona, quizá porque el director Terence Young aportó la necesaria flema británica para garantizar en el público la suspensión de su incredulidad, a pesar de todo. O quizá porque decidió contar su improbable historia del modo más clásico posible, presentando cuidadosamente a sus personajes y definiendo las relaciones entre ellos hasta llegar a un final de verdadera grandeza. Mifune se encarga de que su samurai sea lo suficientemente auténtico y hasta lo dota de cierto sentido del humor, siempre muy digno: las mejores escenas son aquellas en las que Bronson intenta diversas estratagemas para sacárselo de encima. No lo consigue, pero de paso aprende un par de cosas sobre el camino del guerrero, que en el fondo no es demasiado distinto a su propia manera de ver las cosas.

Este film, que alegró la infancia y la adolescencia de los fundadores de la Filmoteca Buenos Aires primero en el cine y luego en la TV, resultó muy difícil de conseguir. Primero apareció una copia en súper 8, hablada en castellano y con varios minutos menos. Después el Malba obtuvo una copia nueva en 35mm. a partir de un internegativo hallado por APROCINAIN, pero éste se encontraba tan deteriorado que el sonido quedó muy defectuoso. En 2007 la Filmoteca adquirió una copia nueva en 16mm. en inglés en el Uruguay. Contra todos los críticos amargados del mundo que han perdido el tiempo denostando este film con argumentos insulsos, al volver a verlo nos produjo la misma alegría de la primera vez. El cine también está para eso.

Carlos A. Salgado y Diego Caramés